En mi práctica profesional como glaucomatólogo (Oftalmólogo con especialidad en glaucoma), he encontrado muchos mitos y variaciones en la definición de esta enfermedad. Gran parte de las conversaciones que tengo con pacientes, tanto diagnosticados como sospechosos, circulan alrededor de lo que realmente significa glaucoma.
Originalmente, la raíz de la palabra, “glaukos” proviene del griego antiguo, y hace referencia a un color “verde-azul-gris” que adquiere la córnea en el glaucoma muy avanzado sin tratamiento (Véase imagen 1), que es como en la antigüedad se reconocía a esta enfermedad.
Hoy en día, muy rara vez se observan casos así de dramáticos.
El glaucoma es un grupo de enfermedades, que tienen en común el daño gradual e irreversible en el cable que conecta al ojo con el cerebro, llamado nervio óptico. Usualmente, este daño es causado por el incremento de la presión dentro del ojo, pero es importante mencionar que existen casos de glaucoma (es decir, de daño típico comprobado en el nervio óptico) donde la presión dentro del ojo no se encuentra en niveles “oficialmente altos” y que son solamente “más altos de lo que ese ojo en particular puede soportar” y a la vez, hay ojos con presión “oficialmente alta” donde no se ha demostrado ningún daño en el nervio.
Vamos paso por paso.
El ojo es como un globo inflado que tiene dentro cierta presión. Esta presión es generada por un líquido que todo el tiempo se crea, a una velocidad más o menos constante, aunque a veces fluctúa. Imaginemos como un lavabo con una llave siempre abierta.
Para que el nivel de agua en el lavabo no aumente hasta desbordarse, debe haber un drenaje con la capacidad de sacar el agua a la misma velocidad con que se genera, y de esa forma, la presión se mantenga más o menos estable. El ojo cuenta efectivamente con un sistema de drenaje por donde el líquido eventualmente drena a las pequeñas venas de sus paredes.
En algunas personas, este sistema de drenaje comienza poco a poco a bloquearse microscópicamente, como cuando la coladera de la regadera se llena de residuos. Esto sucede por efectos genéticos usualmente, en más o menos del 3 al 5% de la población general. Y pasa muy muy lento, a lo largo de décadas. Conforme más se bloquea, menos líquido puede drenar, y más aumenta la presión dentro del globo ocular.
El aumento de la presión en el ojo, cuando ocurre de manera lenta, es un proceso sin dolor y sin cambios visuales. Una vez que este incremento ha llegado a cierto nivel, las paredes internas del ojo comienzan a sufrir daño, particularmente en el lugar por donde sale el cable hacia el cerebro.
Conforme pasan los años y la presión sigue aumentando, este nervio comienza a dejar de funcionar de forma irreversible, y es la visión periférica la que se pierde primero. Como si un foco fuera poco a poco apagándose, y las orillas de la habitación que alumbra se tornaran cada vez más oscuras (Véase imagen 2). Dado que es un proceso tan lento y sin dolor, la persona usualmente no se da cuenta, hasta las últimas fases, donde la pérdida de la visión periférica es casi total.
Para saber si una persona tiene glaucoma, lo primero que hago es preguntarle si en su familia han habido personas con enfermedades de la vista o con ceguera (ya que eso aumenta el riesgo de padecerlo). Después, mido la presión en el ojo, y por último, observo directamente el nervio óptico para detectar si parece dañado.
De este proceso, se obtiene por lo general uno de 3 resultados:
- Persona sana sin sospecha de glaucoma.
- Glaucoma definitivo y usualmente avanzado.
- Sospecha de glaucoma que debe confirmarse con estudios específicos o con examinaciones futuras.
Este será el primero de muchos escritos donde intentaré plasmar las preguntas más comunes e importantes acerca del diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad, de manera que esté siempre disponible para las personas que han sido diagnosticadas o cuentan con algún familiar sufriendo de glaucoma.
Muchas gracias,
Dr. Víctor Flores.
Imagen 1 (Cortesía de la academia americana de oftalmología)
Imagen 2 (Cortesía de myupchar.com)