Información valiosa para pacientes
Doctor, ¿tengo cataratas?

Quizá la pregunta más frecuente dentro de la práctica de la medicina oftálmica. “Me dijeron que tenía una catarata, pero muy pequeña.”

Nos parece, a primera vista, que en el caso de una persona en edad de realizar esta pregunta, la cuestión es fundamentalmente un error. Es análogo a preguntar, Doctor, ¿Tengo canas?. En su lugar, una aproximación más idónea sería, ¿Cuántas canas tengo? O ¿Tengo ya más canas que antes? O incluso, mejor aún ¿Tengo suficientes canas para que me moleste cómo se ven? Explicaremos a continuación.

El ojo humano es un sistema de dos lentes que enfocan la luz en la retina, donde se “toma la foto”. Un lente externo, que se llama córnea, y un lente interno, que se llama cristalino (Véase imagen 1). Se llama cristalino porque es transparente durante los primeros años. 

Conforme la edad avanza, y los resultados de muchos procesos de oxidación comienzan a ocurrir lentamente en el cuerpo, las proteínas que forman este cristalino empiezan a cambiar. Estos procesos de oxidación suceden en todos los sistemas, en las arterias (se endurecen), en la piel (pierde su elasticidad), en el pelo (cambia de color), etc. En el caso particular del cristalino, se observa gradualmente un tenue cambio de color. Una tinción amarillenta, sepia, comienza a ser evidente a partir de más o menos los 40 años. El término médico adecuado para este fenómeno, es el de “esclerosis nuclear”, y al principio es insignificante. 

Al paso de los años, ese cambio de color comienza a prevalecer y la pérdida de transparencia se hace más y más evidente, al principio solamente para el profesional de la salud que observa al ojo desde afuera con un microscopio, pero eventualmente, también para la persona cuyo ojo está cambiando. Es a esta opacificación gradual a la que llamamos catarata. (Véase imagen 2). Conforme el lente se hace menos transparente, es menos la luz que es capaz de atravesarlo.

En algún punto de la vida, que varía según cada persona, su historia genética (qué tan rápido salen las canas en mi familia), sus hábitos (fuma, qué come, cuánto sol le ha dado, etc), algunas enfermedades (en la diabetes, por ejemplo, suelen formarse cataratas precoces), y sus necesidades visuales (me dedico a ver letras chiquitas en la oficina, o me gusta mucho tejer,  o me dedico a la ganadería, por ejemplo), esta opacificación gradual resulta en la sensación de pérdida de la visión, al principio tenue y difuminada, y progresivamente peor. A partir de este punto, que varía en cada persona, es que una catarata se vuelve visualmente significativa. Antes de esto, es como tener canas pero no haberlas notado. 

Cuando una catarata es visualmente significativa, es decir, que causa síntomas, es tiempo de pensar en cirugía. Antes de eso, en muy pocos y raros casos, como ciertos tipos de glaucoma u otras anormalidades anatómicas,  es que el médico puede recomendar una cirugía de cataratas “preventiva”. 

En conclusión, todos a partir de los 40 tenemos cierto grado de catarata, pero esta no se hará aparente hasta muchos años después, y dependerá de la genética, de los hábitos, de la historia clínica, y de las necesidades visuales. Una revisión visual y ocular anual podrá determinar qué tan avanzado y significativo es el proceso de formación de catarata en cada persona.

Muchas gracias,

Dr. Víctor Flores.

 

Imagen 1 (cortesía de Holly Fischer)

Imagen 2 (cortesía de Leo T. Chylack)